Un país.
Sentir en la sangre
la indiferente promesa
de la ciudad anónima.
Saberse aire, después humo, después nada,
la marca celeste que deja un avión
distinto a cualquier pájaro,
lo que lleva el río a ninguna parte,
algo muerto que flota convertido en flor.
una cara más
en cualquier puerto
de cualquier ciudad
con barcos de velámenes roídos;
saberse eso,
nada.
Vivir o
creer vivir,
lacerar las puestas de la tarde,
ser grillo en su esférica guarida;
ahogado llanto musical,
verde grito,
inapelable cárcel.
Lámparas,
lejos,
muy lejos donde el sol no llega,
donde la luna fenece soledades,
lámparas.
Un país de lámparas,
un país de luz nocturna,
de negro sol,
de siempre noche,
un país de lámparas…
para alumbrar al niño que ya no somos.
Un país,
para que viva el Golem.
_golem_
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Salva un árbol escribe en papel virtual.-Todos los derechos reservados.
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